lunes, 25 de julio de 2011

El australiano, vencedor del Tour 2011.


EFE. 24.07.2011 - 17.59h

A sus 34 años, Cadel Evans ha significado en este Tour que ha ganado todo un signo de la obstinación de un singular ciclista, frío, calculador y tozudo, que se ha transformado en los últimos años para romper su fama de segundón.

"No parará hasta que logre el Tour", aseguraba recientemente su padre en una entrevista en la que definía a su vástago como un obstinado deportista obsesivo en la preparación de sus objetivos.

Evans no cumple ninguno de los tópicos del ciclismo, ni en su forma de correr ni en la vida. El primer australiano en ganar el Tour procede de otro mundo, de un hemisferio donde el ciclismo no tiene tanto predicamento como en Europa.


Evans no cumple ninguno de los tópicos del ciclismo, ni en su forma de correr ni en la vida

Se formó en la bicicleta de montaña. Es metódico y tímido, odia los focos del circo mediático, apenas concede entrevistas y rechaza todos los beneficios de la fama. Prefiere el retiro del silencio, la música clásica que escucha junto a su esposa, profesora de piano italiana, o la lectura de los cómic de su amado Tintin.

El australiano ha completado un Tour perfecto, fiel a su condición de metódico calculador, que ha dominado en todos los terrenos. Controló la montaña, cediendo un tiempo aceptable, para asestar el golpe definitivo en la última contrarreloj, que había preparado con la precisión de un cirujano. La recorrió tres semanas antes de la Dauphiné, que imitaba el mismo recorrido, y anotó precisiones de cada tramo, casi de cada curva.

En aquella prueba la disputó más como una preparación que con el fin de ganarla y posteriormente volvió a reconocerla una vez más. Nada se deja al azar.

"El éxito está en los pequeños detalles", afirma.

Su Tour de 2011 ha sido el último escalón de su renovación, comenzada hace dos años cuando logró el Mundial de Mendrisio y rompió con su fama de segundón.

Un sambenito que se ganó a fuerza de fracasos en el último escalón, de decepciones que Evans ha combatido con obstinación.
Un vida muy dura

Nació con la nariz rota y a los 8 años un caballo le propinó una coz que a punto estuvo de dejarle inválido. Los médicos pensaban que no volvería a caminar, pero se recuperó.

Criado en una comunidad aborigen, su padre y su tío le construyeron con piezas de coches viejos su primera bicicleta, con la que dio las primeras pedaladas en la abrupta Katherine.

De ahí pasó a la bicicleta de montaña, con la que logró dos copas del mundo (1997 y 1998) hasta que decidió romper con su pasado. Se instaló en Bélgica ligero de equipaje. Apenas se trajo su Mustang de 1966.

Su recorrido en el ciclismo ha sido un camino de superación. En su primer Giro, en 2002, perdió el jersey rosa tres días antes del final. En 2005 disputó su primer Tour, acabó octavo y se dijo que algún día lo ganaría. Pocos le creyeron, pero su padre estaba convencido.

Sus inicios fueron difíciles. En el equipo Mapei se enfrentó a líderes ambiciosos que dificultaban el trabajo colectivo.

Su recorrido en el ciclismo ha sido un camino de superación

En esa época, mientras que muchos de sus compañeros se pusieron en manos del doctor Michele Ferrari, Evans apostó por Aldo Sassi, que se convirtió en su mentor, en el timón de su carrera hasta que falleció en diciembre pasado a los 51 años víctima de un tumor cerebral.

"No hay un día que no corra pensando en él", afirmó entonces el australiano.

Tras el tormentoso paso por Mapei, aterrizó en el T-Mobile, donde se rompió la clavícula en dos ocasiones en 2004, lo que favoreció su partida hacia el Lotto.

A la formación belga le costó adaptarse a la presencia de un líder con ambiciones en el Tour de Francia, un problema que el ciclista alimentó son sus constantes fracasos.

Segundo en la Dauphiné de 2007 y de 2008, de la Flecha-Valona en 2007, pero, sobre todo, se quedó a segundos de ganar el Tour de Francia en 2007 y en 2008, y fue tercero de la Vuelta a España en 2009.

Al final de ese año se produjo el cambio, cuando Evans logró el maillot arco iris en Mendrisio, cerca de donde tiene su domicilio europeo.

Descubrió el sabor de una gran victoria y su sino pareció cambiar de rumbo.

El eterno segundón ganó la Flecha-Valona de 2009, luego el Mundial y, tras un año 2010 marcado por las lesiones, la Vuelta a Romandía y la Tirreno-Adriático de 2011.
Un Tour casi perfecto

En su Tour de Francia casi perfecto apenas ha atacado, fiel a su fama de calculador. Pero no ha dudado en asumir la responsabilidad en las escapadas de los hermanos Schleck o de Contador, o en acelerar para ganar una etapa en la cima del Muro de Bretaña.

"Un Tour perfecto", afirma Bernard Hinault.

Es el fruto de su obstinación que mañana le llevará a convertirse en el segundo ciclista más viejo que gana su primer Tour. Con 34 años y medio, tiene sólo un mes más que los que tenía en 1923 Henri Pelissier cuando logró subir al podio de un Tour que cumplía 20 años.

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