miércoles, 7 de marzo de 2012

El nuevo iPad, una presentación más


Entre 2001 y 2010, Apple cambió la forma en que concebíamos los dispositivos de música portátiles, los teléfonos y los ordenadores personales. El iPod -2011-, el iPhone -2007- y el iPad -2010- son, sin exagerar, tres de las grandes innovaciones informáticas de lo que va de siglo. Pero desde que Steve Jobs desveló la tableta de la compañía de la manzana, cada vez que un directivo de Apple sale al escenario esperamos una revolución que es imposible que se repita todos los años.

La pregunta, pues, está clara: ¿Exigimos demasiado a la compañía de Cupertino o acaso es que ha aflojado el ritmo de la innovación desde que Jobs se puso enfermo -y después falleció- y se apartó de la dirección?

Apple, hoy, tiene tres de los productos que mejor funcionan del mercado. Sólo entre octubre y diciembre del pasado año vendió 37 millones de iPhone, 15 millones de iPad y 15 millones de iPod. Vende más tabletas que nadie y domina dicho sector con autoridad y entre los teléfonos marca tendencias y pautas de innovación. Además, su cuota de mercado de ordenadores personales alcanza el 7% gracias especialmente al nuevo MacBook Air.

Pocas compañías pueden presumir de este currículum. Y sin embargo, semestre tras semestre, cuando Apple se dispone a presentar sus novedades, esperamos una revolución. La última, la que genera constantes rumores y más deseada, es la de la televisión. Todo el mundo quiere una tele con el logo de la manzana. Pero la compañía no cumple, quizás porque es paciente o quizás porque cambiar un mercado no es tan fácil como desde fuera parece.

Si lo anterior no está claro, si parece nítido que, sobre el escenario, se echa de menos a Steve Jobs. El fundador de la compañía dotaba de un aura de esperanza y misterio a todo lo relacionado con las novedades de Apple. Si la innovación era poca, Jobs hacía que pareciese extraordinaria, y para demostrarlo baste recordar el entusiasmo con que presentó la tapa articulada del iPad 2. Si, por el contrario, la innovación era extraordinaria, hacia gala de una feliz contención que contagiaba a todo el que le veía de forma que multiplicaba el efecto de sus presentaciones.

Casi nadie puede dudar de que Apple, en las entrañas de su sede de Cupertino, lucha por cambiar el mundo, para bien o para mal, con sus productos. Aunque Jobs no esté presente, la compañía mantiene sus estructuras, a sus dirigentes y a sus trabajadores. Aunque la influencia de su fundador fuese muy alargada, hay motivos para pensar que su estilo aún permanece en sus sucesores y que lo hará durante largo tiempo.

Sin embargo, fuera de Cupertino, de cara a la opinión pública, Apple parece diferente. No es que Tim Cook no logre suplir la falta de su antecesor, sino que en la compañía algo hace un mal contacto. No es común que todos los rumores hayan acertado las novedades. Tampoco que una actualización del Apple TV, aún sin ser un producto estrella, haya pasado casi desapercibida.

O dicho de otro modo, esta presentación de novedades en torno al iPad ha resultado ser una de las pocas veces que una presentación de Apple no ha sorprendeido. No porque el producto no lo haya merecido. Simplemente porque ha sido una presentación más. Y eso, en Apple, resulta como mínimo llamativo.

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