jueves, 23 de enero de 2014
Dalí en 25 anécdotas y obsesiones, en el 25 aniversario de su muerte
Perverso, polimorfo, anarquista, surrealista, excelso, divino, déspota supremo que rompe con todo, poseído de un delirio furiosamente dionisíaco, ávido de dólares – según la brillante presentación de Soler Serrano en 1977 – y metafísicamente monárquico, según añadiría el propio Salvador. Este fue Dalí en 25 anécdotas.
1. El pintor no fue el primer Salvador Dalí de la familia. Hubo un primogénito, de nombre Salvador Dalí que nació el 12 de octubre de 1901 y murió, con sólo 22 meses, el 1 de agosto de 1903. Nueve meses después, el 11 de mayo de 1904, vendría al mundo el segundo Salvador Dalí, que alcanzaría fama internacional. Dalí escribió que su hermano tenía la morfología facial de un genio y presentaba síntomas de asombrosa precocidad. En sus escritos ‘Confesiones inconfesables’, Dalí dice que al ponerle el mismo nombre que a su hermano, sus padres habían cometido un “crimen subconsciente”, al forzarle a compararse con un ideal imposible. En realidad, el primer Salvador Dalí tenía era un rostro bellísimo, fino y proporcionado, aunque es difícil discernir a qué se refería Dalí con una supuesta morfología propia de los genios.
2. Fue un niño mimado, protegido hasta el exceso quizás por la temprana muerte de su hermano y lo que no conseguía de primeras, lo hacía cuando desataba su “terrible genio”. Adorado y adulado por su familia desde su más tierna infancia, ese déficit en su educación parece haber influido de manera clara en su desmesurado ego posterior. Su tiranía infantil llegaba al punto de esconder heces por todos los rincones de la casa e incluso afirma que se orinó en la cama hasta los ocho años para humillar a su padre, que le había prometido regalarle un triciclo rojo si dejaba de hacerlo.
3. Una de las grandes aficiones de Dalí desde la infancia fue el cine, al menos desde que abrió la primera sala en su Figueras natal, allá por 1914. Cada vez que los padres del pequeño le preguntaban qué quería hacer, lo habitual era que optase por ir al cine. Todas aquellas películas consumidas durante su infancia no cayeron en saco roto. La primera película de Buñuel, ‘Un perro andaluz’, escrita al alimón con Dalí, cuenta con multitud de referencias cinéfilas y planos sacados de las películas que ambos disfrutaron en su infancia. Esta escritura compartida ha provocado cierta incertidumbre sobre la autoría de algunos de sus mejores planos, como la secuencia inicial del ojo, que Buñuel atribuyó a Dalí al principio para después apropiársela él. Pese a todo, Dalí y Buñuel repetirían colaboración en ‘La edad de oro’.
4. Cadaqués, el pueblo de veraneo de Dalí, a unos 30 kilómetros de su ciudad natal, fue durante años lugar de reunión de multitud de intelectuales, desde Lorca a Picasso pasando por Miró y Eugenio D’Ors. A Dalí le gustaba por encima de todo el cabo Creus, que describe como el “épico lugar donde los montes Pirineos llegan al mar en un grandioso delirio ecológico”. Creus será uno de los escenarios más habituales de la obra pictórica del autor y a este le reconfortará que dos de sus artistas más admirados, Pablo Picasso y Antonio Gaudí, se sintiesen igualmente subyugados por el cabo.
5. La timidez, casi enfermiza, fue una de sus grandes preocupaciones infantiles. En su libro autobiográfico ‘Vida secreta de Salvador Dalí’ afirma que la menor atención le hacía ruborizarse hasta las orejas y que pasaba mucho tiempo oculto y en solitario. Cuando era avergonzado públicamente – sin que hicieran falta grandes esfuerzos para ello – el pequeño Salvador ponían en marcha curiosos mecanismos de evasión, como el de salir corriendo y braceando o incluso saltar alturas considerables para salir del trance.
Ian Gibson asegura que ningún otro escritor español se ha ocupado tan insistentemente de la vergüenza, lo que sorprende en el caso de un artista que llegaría a ser el súmmum de la extravagancia y el exhibicionismo.
6. Uno de los grandes terrores que ha acompañado a Dalí durante toda su vida es el miedo a las langostas, una fobia que le sobrevino a los seis o siete años cuando capturó un pez viscoso y repugnante cuya cara era idéntica a la de una langosta. El pintor dice que lo arrojó aterrorizado y que desde entonces le tiene auténtico pánico a este insecto. Desde entonces, sus amigos de Cadaqués supieron que para hacer enfadar a Salvador bastaba con decirle a un niño que le acercase una langosta entre las manos. En una ocasión, el colegio Maristas, Dalí se arrojó por la ventana fruto del pánico que le causó la visión de una langosta. Por suerte sólo estaba en el primer piso.
7. Las primeras referencias intelectuales de Salvador Dalí vinieron de la biblioteca de su padre, que manejaba tomos de Voltaire, Nietzsche, Kant y Spinoza. A Dalí le encantó el Diccionario filosófico de Voltaire y le impresionó la obra de Nietzsche – desde que leyó ‘Así habló Zaratustra’ abrigó el deseo de convertirse en un superhombre de la pintura –, si bien le pareció sospechosa su idea sobre la muerte de dios, la misma que su padre, un notario ateo y librepensador, manejaba con frecuencia. Dalí, que no sería nunca un hombre especialmente creyente – si descontamos el arrebatado y disparatado misticismo de su madurez – se preguntaba por qué si Dios no existía, se tomaban tantas molestias en matarlo.
8. A los 16 años, cuando su padre toma la decisión de inscribirle en la Academia de Bellas Artes, Salvador Dalí toma consciencia de su deseo de ser un genio y así lo escribe en su diario, agitado por la urgencia del triunfo: “Terminaré el bachillerato deprisa, si hace falta haré dos años en uno. Después me iré a Madrid, a la Academia de Bellas Artes. Allí pienso pasar tres años trabajando como un loco. Sacrificarme y doblegarme a la verdad nunca está de más. Luego ganaré una pensión para irme cuatro años a Roma y al volver seré un genio y todo el mundo me admirará. Tal vez seré menospreciado e incomprendido pero seré un genio, un gran genio, estoy convencido de ello”, afirma.
9. Dalí era un joven esbelto y apuesto, de complexión casi atlética – aunque era poco dado al deporte – y el pelo largo como el de su admirado Rafael. En la adolescencia, con 15 ó 16 años, su atuendo empezó a ser extravagante, propio de un dandy. Llevaba sombrero de ala ancha, corbata suelta y abrigo a los hombros o directamente capa. “El vestir es esencial para triunfar – diría mucho después –. En mi vida son contadas las ocasiones en las que me he envilecido vistiendo de paisano. Siempre voy de uniforme de Dalí”. Además, Dalí empezará a ser consciente de su atractivo entre las chicas, lo que le ayudará a ir perdiendo su enfermiza timidez.
10. La muerte de su madre, de cáncer de útero el 6 de febrero de 1921, fue el momento más trágico de su temprana vida. Aquel golpe le llevaría a reafirmarse en su determinación de alcanzar la fama. “Tuve que llegar a la gloria – dijo – para vengar la afrenta que significó para mi la muerte de mi madre, a la que adoraba religiosamente”. Su padre acabaría casándose, un año y medio después, con Catalina, la hermana de su mujer. La boda se consumaría poco después de la muerte de la abuela materna de Dalí.
11. La lectura de Valle-Inclán y el conocimiento de su personaje, el marqués de Bradomín, cautivan a Dalí, que empieza a indagar en su pose, en la imagen que transmite, tocada de una egolatría excéntrica y a la vez simpática muy parecida a la del aristócrata valleinclanesco. Al pintor le preocupa que la gente le encuentre vulgar, quiere ser histriónico, diferente, fascinante, incluso raro. Su vida comienza a ser una farsa en la que el protagonista, un Narciso enamorado de sí mismo, se ve obligado continuamente a actuar para estar a la altura de su personaje.
12. Al llegar a Madrid, una vez ingresa en la Academia de Bellas Artes, Dalí se aloja en la Residencia de Estudiantes, muy en la línea de Ginés de los Ríos y su Institución Libre de Enseñanza, donde conocerá a algunos de los amigos e intelectuales que serán cruciales en aquellos primeros años, como Federico García Lorca, Luis Buñuel o Pepín Bello. En aquellos años de aprendizaje intelectual y jaranas nocturnas, Dalí empezaría a tratar a otros intelectuales de su generación, como Ramón Gómez de la Serna – cuya tertulia Pombo frecuentaba junto a Buñuel –, Gregorio Marañón, compañero de la Residencia, José María Hinojosa o Rafael Alberti.
13. Para algunos autores, como Ian Gibson, la relación entre Dalí y Lorca fue una amistad que rozó el enamoramiento. Lorca tenía sentimientos profundos hacia Dalí y este, que sentía una enorme admiración hacia su amigo, detenía cualquier atisbo de atracción que pudiera dominarle. Dalí, que siempre tuvo una sexualidad complicada, no quería indagar en nuevos caminos y rechazaba su posible homosexualidad. Lorca y Dalí pasaron una Semana Santa juntos entre Cadaqués, Figueras y Barcelona que el poeta granadino recordaría con anhelo, aunque no logró que Dalí le devolviera la visita a Granada, donde ya le tenía preparada una fiesta gitana de bienvenida. De su visita a Cadaqués encontrará Lorca inspiración para componer su Oda a Salvador Dalí.
14. Para un obsesivo de la infancia y la sexualidad como Dalí, el descubrimiento de Freud, cuyas obras principales se publicaron durante su juventud, tuvo un impacto considerable en su formación. Sobre la ‘Interpretación de los sueños’ dirá el pintor ampurdanés que fue uno de los descubrimientos capitales de su vida. “Se apoderó de mi un verdadero vicio de autointerpretación, no sólo de los sueños, sino de todo lo que me sucedía, por casual que me pareciese a simple vista”, afirma en su libro autobiográfico ‘La vida secreta de Salvador Dalí’. Más tarde, Dalí afirmaría que la exploración del subconsciente pregonada por Freud constituiría el auténtico meollo del surrealismo.
15. En abril de 1926, en una visita a París y gracias a la intermediación de un amigo de ambos, Manuel Ángeles Ortiz, Dalí conocerá a su gran ídolo, Pablo Picasso. Dalí le lleva dos lienzos, Muchacha de Figueras y Venus y un marinero, que el pintor malagueño examina con detenimiento. A su vez, Picasso le muestra algunos de sus últimos trabajos, entre ellos algunos bodegones de inspiración cubista que causan honda impresión en Dalí, a tenor de su obra posterior. Para el genio ampurdanés, la visita a Picasso es crucial en su carrera, sobre todo por la admiración que muestra hacia su obra, un gran halago del que considera uno de los mayores pintores contemporáneos.
16. El padre de Dalí quería que su hijo terminase los estudios en la Real Academia de Arte de San Fernando. Quería que su hijo fuese catedrático de Arte o al menos que tuviese un sustento seguro como profesor. Sin embargo, todas aquellas ilusiones se desvanecerían en junio de 1926, cuando el joven y ya ególatra Dalí se negó a ser examinado oralmente por un tribunal que juzgó incompetente. Según explican algunos de los presentes el pintor acudió al examen enfundado en una excéntrica americana y con una gardenia en el ojal, contraponiendo su pose de dandy a la seriedad académica del tribunal. Según explicaría en sus diarios, tras su experiencia en París, Dalí quería quemar etapas cuanto antes y esto pasaba por romper con Madrid para dedicar un año entero a pintar y marchar después a Francia a completar su formación.
17. Al final del verano de 1927 Dalí recibe una sorprendente llamada de un artista al que no conoce personalmente, Joan Miró, que se interesa por su obra y al que promete visitar acompañado por su agente, Pierre Loeb. Dalí les muestra sus dos últimas obras, ‘La miel es más dulce que la sangre’ y ‘Aparato y mano’, las cuales contienen todos los elementos recurrentes de su pintura. Miró y Loeb alaban su obra, la comparan con la de Yves Tanguy pero reconocen en el figuerense más técnica y una naturalidad mayor. Miró se encargará desde entonces de promocionar a Dalí en Francia y de alentar su carrera, un gesto generoso que le permitirá alzarse como uno de los pintores jóvenes – tiene sólo 23 años – más prometedores de Europa.
18. Dalí conocerá a Gala en Cadaqués en agosto de 1929, donde acude junto a su marido Paul Eluard y su hija Cecile, junto a otras parejas como René Magritte y su mujer Georgette o Camille Goemans y su novia, además de Buñuel, que quería empezar a trabajar con el pintor en una nueva película tras el éxito de ‘Un perro andaluz’. Diez años mayor que él, pero aún joven y bella, Gala dejará prendado a Dalí y tan enfebrecido que Buñuel desistirá de intentar colaborar con él. Eluard, que mantenía una relación abierta con su mujer, no aparentó celos de ningún tipo, de modo que Gala y Dalí empezaron a flirtear sin reparos, aunque el pintor, verdadero neófito en tales lides, ensayase cortejos tan surrealistas como impregnarse de heces de cabra o mancharse de sangre las axilas, además de prorrumpir ante ella escandalosas y repentinas carcajadas.
19. Dalí recibió extraordinarias críticas de sus amigos en su primera exposición en Francia en 1929, si bien la crítica parisina no fue tan condescendiente con el ampurdanés y sólo le concedió breves reseñas carentes de excitación. Una de las que más debieron dolerle al egocéntrico pintor catalán fue la que escribió el crítico de L’Intransigeant, E. Tériade, que aseguró que sus cuadros no sólo eran provincianos, sino que expresaban una desesperación provinciana por tratar de ponerse al día. No obstante, el genio de Dalí empezaba a ser reconocido y el surrealista André Breton no tuvo dudas del magisterio del ampirdanés: “Con Dalí nuestras ventanas mentales se han abierto de par en par, quizás por primera vez, con él vamos a sentir cómo nos escabullimos por la trampilla que se abre al cielo leonado”.
20. Espeso y retorcido en las puntas, el bigote ha sido uno de los rasgos más característicos del Dalí maduro. Ese peculiar bigote pudo tener dos influencias, el de Diego Velázquez o el prominente bigote del militar catalán Josep Margarit, cuyo retrato presidía el cuarto de estar de la casa paterna. La escritora Gertrude Stein aseguraba que el bigote de Dalí era sin duda sarraceno y opinaba que era el más bello bigote que le había visto a un europeo.
21. A mediados del mes de agosto de 1936, Dalí empezó a escuchar rumores sobre la muerte de su buen amigo Federico García Lorca. Su mujer Gala lo había conocido apenas un año antes y había quedado fascinado con la personalidad del poeta. “En la guerra civil la gente no se mataba siquiera por las ideas sino por razones personales, por razones de personalidad; y, como yo, Lorca tenía personalidad de sobra y, con ella, mejor derecho que la mayoría de los españoles a ser fusilado por españoles. El sentido trágico de la vida que poseía Lorca se distinguía por la misma constante trágica por que se distingue el destino de todo el pueblo español”, escribió en ‘Vida secreta de Salvador Dalí’. El recuerdo del mejor amigo de su juventud le seguiría durante toda su vida.
22. La década de los cuarenta supuso el definitivo despegue de la fama de Dalí, alcanzada tanto en España como en Estados Unidos, donde pasó gran parte del tiempo visitando a las más rutilantes estrellas, participando en exposiciones y conferencias y recibiendo homenajes. En 1941 la obra de Dalí fue expuesta por primera vez en el MOMA, en una exposición conjunta con Gabriel Miró en la que Dalí ya despuntaba como la estrella del cartel. En pleno apogeo artístico, Dalí fue requerido por las grandes figuras del cine de la época, Alfred Hitchcook y Walt Disney, si bien aquellas colaboraciones no llegarían a plasmarse. En 1942 el pintor publicaría en una editorial neoyorkina su ‘Vida secreta de Salvador Dalí’, una autobiografía megalómana que resultó ser un gran éxito de ventas pese a que algunos escritores, como el prestigioso George Orwell la despreciasen por pornográfica.
23. A Dalí se le han reprochado dos cosas por encima de otras: su ambigüedad respecto a las dictaduras – entre ellas la franquista – y su excesiva afición por el dinero. En el cenit de su carrera, en las décadas de los sesenta y los setenta, Dalí se sumó a la corriente de las litografías, popularizadas por el ‘pop art’. Ávido de ganancias, Dalí empezó a estampar su firma en láminas suyas… preparadas por otros, e incluso llegó a firmar hojas litográficas en blanco, lo que le reportaba inmediatamente una jugosa comisión, sin que supiese en ocasiones el destino de aquella lámina. El número de láminas que firmó se desconoce, pero pudieron ser decenas de miles, lo que repercutió en el valor y la credibilidad de este tipo de obras. Cuando Dalí envejeció y el temblor de su mano derecha le impedía pintar, se dice que algunos de sus colaboradores le pasaban cuadros para que estampase en ellos su firma, de ahí que el mundo del arte sea tremendamente susceptible con la autoría de las últimas obras del ampurdanés.
24. El 10 de junio de 1982 fallecía la musa y esposa del pintor, Gala Eluard Dalí. Nacida Elena Ivanovna Diakonova, Gala era una mujer de belleza agresiva y costumbres promiscuas que antes de Dalí fue musa y amante de todo el movimiento surrealista. Gala fue una mujer sexualmente muy activa, en contraposición al voyeurismo extravagante de su marido, que consintió sus aventuras. En sus últimos años, Gala se encaprichó con el joven Jeff Fenholt, que consiguió que la otrora depredadora sexual le regalase cuadros originales de su marido – presuntamente a escondidas – e incluso le compró una mansión en Long Island de más de un millón de dólares. La muerte de Gala, su amor místico y platónico, fue para Dalí un duro trance, aunque presenció el entierro con admirable compostura. El Estado español cuidaría con mimo al viudo y poco después del deceso, el rey nombró a Dalí marqués de Púbol, un título que el pintor, gran admirador de la aristocracia, acogió con entusiasmo.
25. El 23 de enero de 1989, hace 25 años, moría Salvador Felipe Jacinto Dalí i Doménech a los 84 años de una parada cardiorrespiratoria. El funeral no estuvo a la altura del genio, fue sobrio y absolutamente común y entre los asistentes abundaron las personalidades y faltaron los artistas. La ausencia más notoria fue la de su hermana Anna María. Como última voluntad, el gran exhibicionista dejó escrito que le taparan la cara, no quería que nadie viese su decrepitud y padecimiento. El genio fue enterrado en la cripta de su casa museo de Figueras, muy cerca de la iglesia en la que fue bautizado.
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