domingo, 5 de junio de 2011

Nadal empata con Borg: seis títulos en París



¡Todos ante la tele, que vuelve Nadal! El domingo sin fútbol lo cubrió más que largamente el genio menorquín, al que habíamos visto un poco alicaído en los últimos tiempos. Reconozcamos que Djokovic nos tenía acoquinados. El propio Rafa lo reconoció ayer después de la victoria. Pero el viernes, el mismo día que nuestro Rafa cumplía 25 años, Federer le hizo un regalo colosal: paró en seco la racha de Djokovic, que se queda en un arranque de año, espectacular en todo caso, de 41 victorias consecutivas. Así que no pudo estar en la final de Roland Garros, en la que le temíamos como a un nublado.

Fue Federer, el querido y respetado suizo de la perfección técnica, rival y amigo de Nadal, que ante él empezó con dudas pero fue a más. Magnífico partido, como lo han sido todos hasta ahora entre estos dos grandes. Y victoria final del nuestro, al que tantos millones de españoles seguimos por la tele. En pleno partido, José Luis Sáez tuiteó algo así como que debía de ser aburrido este domingo en los países que no tienen a Nadal. A los españoles, desde luego, nos llenó la tarde. Por días así le estaremos siempre agradecidos y él lo sabe. Sabe que todos sufrimos a una y todos saltamos a una, con él.

Esta victoria le da su sexto Roland Garros, igualando a Borg. Hace treinta años de aquello. No me cuesta hacer memoria: por aquel entonces pensábamos que un nuevo tenis, vendaval de fuerza, barrería del mapa a nuestros campeones habidos y por haber. Pues no. Al cabo de los años Nadal está ahí, mantiene el número uno ya cerca de las cien semanas y se prepara para defenderlo todo el tiempo que haga falta. Volverá Djokovic, seguro. Los grandes no caen así como así. Pero ya no lo veremos tan grave, porque el que ha vuelto de verdad es Nadal, que ayer mordió plata de nuevo en París.

En la Philippe Chatrier de París, a las siete y seis minutos de la tarde de un arisco domingo de junio, hay pasión. Pero la pasión se esfuma, como un vuelo de palomas, cuando un camión o máquina de combate, Rafael Nadal Parera, va a atropellar por quinta vez en París a ese exquisito violinista: Roger Federer.

Roger tiene una rara cualidad sólo vista en ciertos fenómenos como Muhammad Ali: los amantes de la estética le convierten en su ídolo y ante Roger se transfiguran en máscaras pasionales. Es de ver cómo Anne Wintour, la estupenda directora de Vogue, Jean-Paul Belmondo o ilustres financieros de París pierden el control con el hermoso tenis de Federer, plusmarquista de títulos de Grand Slam.

Pero la pasión de los partidarios de Federer, que hace de la Chatrier una jaula partisana ("Rogey, Rogey") no se traslada a la raqueta bruja de Roger: que puede hipnotizar los tiros clásicos de Novak Djokovic, pero no esas bolas adoquinadas que le lanza la máquina de guerra.

La tarde se abrió con sorpresa: Federer se escapó hasta 5-2 en el primer set (3-0, 4-1), mientras Nadal sufría con los vendajes del pie y los tiros planos de Roger. Tanto, que, con 5-2, Rafa pidió ayuda al trainer para ajustar esos apósitos. Algunos resortes de Federer desa­parecieron entre las vendas del pie de Nadal, que empezó a estabilizarse. En ese 5-2 llegó la jugada que marcó la final: con punto de set para Federer, que fusilaba los segundos saques de Nadal, Roger tiró una dejadita de revés para romper un peloteo agónico (como casi todos). La bola se fue al pasillo por centímetros. Federer pidió la marca, bajó el árbitro, Pascal Maria, pero no había solución: Nadal ganó el juego, despertó y el gemido de su golpe de derecha empezó a sonarle a Federer como el aullido de un lobo.

Nadal recuperó servicio (5-4), con Federer estresado y tomando malas decisiones con el revés. De estampida, Rafa cerró el set en 7-5 y llegó hasta 2-0 en la segunda manga: parcial de 7-0.

El asunto parecía zanjado porque, pese a breaks de ida y vuelta, Nadal tomó el segundo set en 7-6, tras un parón de 13 minutos por lluvia, cuando Rafa servía con 5-4. En la muerte súbita y con la pista húmeda, Federer apenas pudo alzar la bola. Sólo ganó tres puntos en el tie-break. En la tercera manga, Nadal se marchó hasta 4-2, pero no tenía modo de ganar un servicio con comodidad. Federer le quebró dos de los tres últimos saques del set y el 7-5 para Roger dio paso a la cuarta manga. Los dos jugadores manejaron 15 bolas de rotura sobre el servicio rival.
Un volcán.

En el cuarto set, Nadal dio el golpe al remontar un 0-40 con su saque en el primer juego, gracias a su cuarto ace. Federer no se repuso del mazazo, fue extinguiéndose físicamente y sólo ganó un juego más, como la última voluntad de un condenado. El volcán de Manacor seguía arrojando lava y piedra pómez sobre el machacado revés de Roger. Fueron callando Anne Wintour y los otros sibaritas. Todo acabó a las 19:06 con una derecha de Federer a la valla: 6-1 en ese cuarto set.

La máquina, camión o volcán había vuelto a hacer trizas el delicado pincel suizo. Sexto Roland Garros para Nadal, empate con Borg en la cima de títulos en París. Nadal sigue número uno y ya duerme hoy en Londres: Wimbledon se acerca a toda máquina. Y la máquina se acerca a Wimbledon.

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