Todo es niebla alrededor de su figura, incluido su propio nombre,
Abubakar Shekau o Darul Tawhid, que es como le llaman los suyos. No hay partida de nacimiento que demuestre si su madre lo trajo al mundo en el norte de Nigeria o en Níger.
Tampoco se conoce su edad (entre 35 y 43 años) ni su formación ni quién
le financia. Así es difícil seguir sus pasos y ponerle precio a su
cabeza, pero lo tiene: siete millones de dólares para EEUU por
información que ayude a capturarle. Se dice que es solitario,
introspectivo y cruel.
Aunque es un fanático que defiende la creación de un califato medieval, no es ningún imprudente: vive protegido por un grupo de fieles pretorianos, al estilo de Osama Bin Laden,
y permanece alejado del grueso del grupo y de los secuestrados no sólo
para evitar que le capturen, sino porque pretende evitar un autogolpe en la organización. No sólo es un misterio para Occidente, sino para sus propios compañeros de secta.
Se le ha dado por muerto en 2009, 2012 y 2013, pero reaparece como un
billete falso. Tiene una herida de bala en la pierna de la que se ha
recuperado y sabe que sólo puede salir al exterior los días nublados para evitar que lo localicen los drones y los satélites.
Su antecesor y fundador de la secta, Mohamed Yusuf, también era un líder con un pasado escurridizo, aunque era evidente, con su inglés fluido, que tenía más cultura que Shekau.
Una de las cuatro esposas de Yusuf, ejecutado en una comisaría en 2009,
se ha vuelto a casar con Shekau según fuentes de inteligencia
nigerianas. Una de sus declaraciones estrella la hizo en un vídeo
publicado después de matar a 180 personas en 2012: «Disfruto matando a
cualquiera que me ordene Dios a matar, de la misma forma que disfruto
matando gallinas y carneros».
Conoce bien el Corán y las lenguas tribales de la zona
(kanuri, fula, hausa y árabe), imprescindibles para la manipulación y
recluta en las poblaciones de las zonas que la secta controla. Usa con
inteligencia los resortes de la propaganda y el miedo. Copia golpes de efecto teatrales de Bin Laden (levanta el dedo en señal de amenaza a las cámaras) y usa la misma escenificación
(banderas negras, kalashnikovs y coranes). No hay constancia de que las
niñas hayan sido violadas o vendidas, pero él ya ha anunciado que cada
una de ellas ha sido asaltada sexualmente 15 veces y que algunas están
ya en manos de esclavistas de Níger y Chad, con los que tiene contactos.
No necesita abusar de ellas, con decirlo en un vídeo sabe que es más que suficiente.
Aunque es un fanático que defiende la creación de un califato medieval, no es ningún imprudente: vive protegido por un grupo de fieles pretorianos, al estilo de Osama Bin Laden, y permanece alejado del grueso del grupo y de los secuestrados no sólo para evitar que le capturen, sino porque pretende evitar un autogolpe en la organización. No sólo es un misterio para Occidente, sino para sus propios compañeros de secta. Se le ha dado por muerto en 2009, 2012 y 2013, pero reaparece como un billete falso. Tiene una herida de bala en la pierna de la que se ha recuperado y sabe que sólo puede salir al exterior los días nublados para evitar que lo localicen los drones y los satélites.
Su antecesor y fundador de la secta, Mohamed Yusuf, también era un líder con un pasado escurridizo, aunque era evidente, con su inglés fluido, que tenía más cultura que Shekau. Una de las cuatro esposas de Yusuf, ejecutado en una comisaría en 2009, se ha vuelto a casar con Shekau según fuentes de inteligencia nigerianas. Una de sus declaraciones estrella la hizo en un vídeo publicado después de matar a 180 personas en 2012: «Disfruto matando a cualquiera que me ordene Dios a matar, de la misma forma que disfruto matando gallinas y carneros».
Conoce bien el Corán y las lenguas tribales de la zona (kanuri, fula, hausa y árabe), imprescindibles para la manipulación y recluta en las poblaciones de las zonas que la secta controla. Usa con inteligencia los resortes de la propaganda y el miedo. Copia golpes de efecto teatrales de Bin Laden (levanta el dedo en señal de amenaza a las cámaras) y usa la misma escenificación (banderas negras, kalashnikovs y coranes). No hay constancia de que las niñas hayan sido violadas o vendidas, pero él ya ha anunciado que cada una de ellas ha sido asaltada sexualmente 15 veces y que algunas están ya en manos de esclavistas de Níger y Chad, con los que tiene contactos. No necesita abusar de ellas, con decirlo en un vídeo sabe que es más que suficiente.
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