La idea de pasar el descanso eterno al lado de los seres queridos reconforta a muchas personas y es la razón por la que algunas familias pagan una fortuna por una pequeña parcela de tierra en un cementerio.
Sin embargo, muchos británicos lo tienen cada vez más difícil para encontrar su hueco en el cementerio.
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Lo prueba con su propio ejemplo la periodista de la BBC Lucy Townsend.
"En el caso de que quisiera, no podría ser enterrada junto a mis familiares en el Cementerio Yardley del sur de la ciudad de Birmingham porque se quedó sin espacio en 1962".
"Del mismo modo, tendría que pelearme para encontrar un lugar cerca de otra rama de mi familia en el municipio de Halesowen. Allí tampoco hay espacio ni tampoco en otros camposantos en los cercanos Lye y Wollescote, que se cree que en los próximos cuatro años habrán ocupado los últimos lugares vacíos".
"Ante esta situación en la zona céntrica del país pensé en continuar mi búsqueda en el sur. Viví en la ciudad costera de Brighton y ser enterrada junto al mar me suena muy bien, pero cuatro de los siete cementerios en Brighton y la vecina Hove están ya llenos, y de los tres que quedan, uno es solo para judíos ortodoxos".
"Así que tengo la posibilidad de elegir entre dos cementerios pero, como tengo planes de vivir hasta los 100, tendré que confiar en que la gente que muera en los próximos 72 años no me quite la opción de reclamar mi espacio".
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Única opción
ALTERNATIVAS
Venecia tiene su propia isla-cementerio en la que los restos son enterrados en filas de tumbas que se asemejan a una cómoda.
Los creyentes en el zoroastrismo, religión con presencia en Irán, dejan los restos de sus seres queridos en lo alto de una torre y dejan que sean comidos por los buitres.
La etnia extinguida Bo, del sur de China, era conocida por colgar los ataudes en acantilados y montañas.
La mayoría de los británicos prefiere que al morir su cuerpo sea cremado y algunos optan por donarlo a la ciencia, pero por razones religiosas u otras creencias de honda raigambre, el enterramiento es la única opción para alrededor del 30% de los británicos.
El dilema de los cementerios saturados es especialmente grave en las grandes ciudades.
"Francamente, nos hemos quedado sin capacidad", dice un cargo municipal del barrio londinense de Southwark, al sur de la capital, donde el espacio se agotará en tres meses.
El consejo local está recurriendo a soluciones creativas para disponer entonces de tierra. En la lista de remedios potenciales se encuentra el método conocido como "dig and deepen" (cava y profundiza), por el que los restos son exhumados para volver a ser enterrados a mayor profundidad. De esta forma se consigue más espacio para apilar ataudes, algo así como un cementerio de dos pisos.
Las autoridades han encontrado cierta oposición, pero afirman que ha sido usada por la Iglesia Anglicana durante años y según sus encuestas la mayoría está a favor de esta solución.
Más controversia ha originado la idea de convertir en cementerio una zona de recreo infantil, que ofrece espacio para seguir con los entierros durante 30 años.
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Tumbas reusadas
Otros países se ahorran estos dolores de cabeza gracias a un pragmatismo mayor.
En Alemania, por ejemplo, las tumbas son reutilizadas después de solo 30 años y lo común es que los restos exhumados sean cremados.
En Australia y Nueva Zelanda el método del "cava y profundiza" es la práctica habitual en los centros urbanos.
Son soluciones por la que aboga el Instituto de Gestión de Cementerios y Crematorios británico, que lleva años solicitándolo a las autoridades.
La reutilización es común en muchos otros países, y fue una práctica común en Reino Unido hasta los años cincuenta del siglo XIX.
"Los enterradores alemanes me dicen que allí hay gente que pide incluso rebajar el límite de 30 a 20 años", asegura Tim Morris, jefe ejecutivo del Instituto.
Los británicos que viven en zonas donde no hay espacio para ser enterrado se ven forzados a acudir a cementerios fuera de su vecindad, y por ello tienen que pagar un sobreprecio, lo que encarece su tumba hasta tres veces más que la de un residente de ese área.
Mientras las autoridades locales buscan soluciones de emergencia, Morris espera una solución a nivel nacional, que pasaría por un cambio de la ley del siglo XIX que prohíbe desenterrar cadáveres.
Hasta entonces el dilema seguirá irresuelto y de paso, seguirá reflejando dos verdades perdurables: que la muerte es inevitable y que el espacio se está agotando.
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