domingo, 22 de marzo de 2009

Expulsado de Marruecos por ejercer su labor periodística

Rafael Marchante
Rabat, 20 de marzo de 2009

Carta abierta:

Soy Rafael Marchante, fotógrafo freelance acreditado por la agencia Reuters como corresponsal en Marruecos desde 2006. Con fecha 19 de marzo el Gobierno de Marruecos ha enviado una carta a la agencia en la que informan de la negativa a renovar mi acreditación, lo que impide que pueda seguir trabajando en este país y, en la práctica, equivale a una expulsión, algo que nunca ha ocurrido con un corresponsal español.

A lo largo de 2008 he sufrido cuatro agresiones. Tres de los incidentes fueron protagonizados por miembros de las Fuerzas Auxiliares en Rabat, con numerosos testigos y a las puertas del Parlamento. En una de ellas los agentes rompieron mi acreditación de prensa y me robaron el equipo fotográfico, valorado en unos 6.000 euros. La última vez que me agredieron tuvo lugar en la localidad de Boya Omar, donde llevaba a cabo un reportaje, y los responsables fueron las autoridades locales.

En ningún momento el Gobierno de Marruecos ha respondido a las quejas y denuncias. Es más, cada visita a la sede del Ministerio de la Comunicación se convierte en una retahíla de rapapolvos, presiones y amenazas para que deje de ejercer mi trabajo.

Tampoco las autoridades españolas han emitido una queja formal en una actitud de pasividad absoluta que he de calificar de “lavarse de manos” frente a un ciudadano con pasaporte español al que dejan a los pies de los caballos.

¿Cuál es la explicación para que se haya llegado a esta situación? Muy sencillo. No me he doblegado a las amenazas para que deje de cubrir asuntos que el poder considera espinosos aunque, como corresponsal acreditado, la ley me ampara.

La carta con la que el Gobierno de Marruecos quiere escenificar mi expulsión del país es sólo la gota que colma el vaso de una situación de acoso sistemático prácticamente desde que puse los pies en el reino alauí. Me siento desamparado ante todos los abusos de unas autoridades que, para echarme de su país, llegan a alegar a la deontología profesional.

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