Desde el 11 de marzo la central nuclear no ha dejado de emitir radiactividad. Después del gran terremoto llegaron las réplicas y otros terremotos: el 7 de abril la devastada costa de la provincia de Miyagi volvía a sufrir un terremoto de 7,1 grados que generó la alarma en tres centrales nucleares más y la evacuación masiva de todos los trabajadores de la central de Fukushima I. El 11 de abril otro terremoto de 6,6 en la escala Richter aumentaba la alarma en la central, donde se paró de forma temporal el servicio eléctrico.
Al humo blanco que se divisa desde los alrededores de la central se suma la filtración constante al mar de agua contaminada generada en la refrigeración en abierto de cuatro de los seis reactores, y el vertido al Pacífico planificado (y que ha levantado ampollas diplomáticas entre China y Corea) de 11.500 toneladas de agua “ligeramente contaminada” con el fin de dejar espacio para agua radiactiva todavía más contaminante.
Altos niveles de radiación
“Los niveles (de radiactividad) medidos continúan descendiendo en todas las prefecturas y se mantienen por debajo de los límites reglamentarios, excepto en Fukushima”,ha afirmado la Agencia de Seguridad Nuclear de Japón en su último comunicado. La Agencia insistió en esta línea cuando reconoció el aumento del 5 al 7 en el nivel de gravedad de la crisis, en el mismo rango que el accidente de Chernóbil. Sus responsables habían insistido a lo largo del primer mes de emergencia en que no disponían de datos suficientes para tomar esta decisión.
Ingenieros nucleares estadounidenses han advertido en una evaluación confidencial de la Comisión Reguladora Nuclear (publicada por The New York Times), que la central de Fukushima I se enfrenta a“una amplia gama de nuevas amenazas que pueden persistir indefinidamente, y que en algunos casos aumentarán como resultado de las medidas que se están tomando para mantener la planta estable”.
Confirmado el hecho de que las fugas de radiación ya han llegado, en algunas zonas de Japón, al agua de grifo, además de a las verduras, la leche y el pescado, China ha vetado la importación de alimentos de granja y pienso japoneses de 12 prefecturas. A pesar de que el programa de vigilancia radiológica de alimentos procedentes del mar sigue en marcha, el Gobierno japonés y las propias agencias de seguridad alimentaria aseguran que no disponen de “información actualizada”.
Multiplicar los controles
El Gobierno español ya ha anunciado que multiplicará por cinco los controles. Por su lado, Greenpeace Internacional ha solicitado al Gobierno nipón “que la región de Fukushima reciba el estatus de protección oficial y que se evacue a las mujeres embarazadas y los niños de las zonas de alto riesgo de Fukushima y Koriyama, un área en la que viven alrededor de un millón de personas”.
Sólo un mes después del desastre, el Gobierno japonés decidió seguir los consejos ratificados por el propio Organismo Internacional de Energía Atómica de ampliar el área de evacuación de población a 40 kilómetros. El 10 de abril, unas 5.000 personas se manifestaron en Tokio contra la energía nuclear. Ese mismo día Japón celebró sus elecciones locales.
El Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad, a través de la Dirección General de Salud Pública y Sanidad Exterior, y de la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN), analizará los niveles de radiactividad de las partidas que salgan de Japón. Los controles se realizarán en los Puestos de Inspección Fronterizos (PIF) para los productos de origen animal, y en los Puntos Designados de Entrada (PED) para los productos de origen no animal (verduras, frutos secos, frutas, hortalizas, especias, salsas...). Según el Ministerio, que no espera las primeras partidas hasta el 20 de abril, se tomarán muestras del 50% de los productos procedentes u originarios de Japón que se estudiarán en el Centro Nacional de Sanidad Ambiental del Instituto de Salud Carlos III.
La aceptabilidad de los productos alimentarios se ajustará a lo establecido en los reglamentos Euratom, en donde se establecen las tolerancias máximas para los productos alimentarios (unidades becquerels/kilogramo).
El 25 de marzo la Comisión Europea publicó, en consonancia con los reglamentos Euratom, el Reglamento de ejecución para armonizar los controles en toda la UE e imponer a Japón el análisis previo de los alimentos o piensos que quiera enviar a Europa procedentes de la zona FAO 61, que rodea a la central nuclear de Fukushima.
Según la Comisión Europea, Japón está obligado a controlar el 100% de los productos de la zona que destina a la exportación. A la llegada a puertos europeos se realizará un control aleatorio de un 10% de las partidas para comprobar la veracidad de los análisis japoneses. En el momento en que algún país europeo detecte niveles de radiación anormales se pasará a analizar el 100% de estos productos.
Al cierre de esta edición, las vías de circulación de los reactores 1, 2 y 3 de la Central de Fukushima Daiichi siguen bloqueadas debido a la fundición de las barras de combustible y a la sal del agua de mar vertida. Además de los drenajes en los reactores (cuyos núcleos están aparentemente fundidos de forma parcial), los trabajadores de la central están inyectando nitrógeno en las estructuras de contención para reducir el riesgo de explosiones de hidrógeno (ya que las altas temperaturas hacen que las moléculas de hidrógeno del agua se separen y exploten), y también boro en el agua dulce, que se utiliza para refrigerar con el objetivo de evitar una reacción nuclear.
También están creando una barrera de acero en una salida del reactor 2 para evitar que se filtre más agua radiactiva al Pacífico, y un dique en el mar cuya función sería entorpecer la diseminación de agua radiactiva en el océano.
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