domingo, 20 de junio de 2010

¿Por qué llamamos a España «La Roja»?


“Me gustaría que la selección tuviera un nombre, una identidad. Igual que Brasil es la canarinha o Argentina la albiceleste, me gustaría que España fuera La Roja”, decía Luis Aragonés en el verano de 2004 cuando llegó al banquillo de la selección. España llegaba de fracasar, otra vez, en la Eurocopa, y el nuevo técnico entendió que aquel equipo necesitaba un cambio más allá de lo futbolístico. [Vea la galería de fotos Famosos con La Roja]



Las selecciones campeonas del mundo tienen todas un apodo, una manera de reconocerse entre sus aficionados que les hace más cercanas. Un apodo cariñoso que convierte a las selecciones en un pariente más. Uruguay es la celeste; Italia, la azzurra; Francia, “les bleus”. Sin colores, Alemania es la mannschaft, simplemente el equipo; e Inglaterra, los “pross” porque fueron los primeros profesionales.



Lo que pretendía Luis era conseguir una mayor identificación de la afición con el equipo nacional. Y el nombre de La Roja fue una de sus primeras propuestas. De la otra, “la gran sentada” que propuso para buscar soluciones entre todos, seleccionador, aficionados y prensa, nunca más se supo.





Algo parecido intentó Antonio Díaz-Miguel en los años 80 cuando se empeñó en que la selección fuera conocida como el equipo nacional. Quería que la gente fuera de la selección igual que de su equipo y que los jugadores se sintieran como en casa. Y así ayudó a que el baloncesto saliera de los frontones y llegara a conseguir la medalla de plata en los Juegos de Los Ángeles. Era una maniobra de marketing antes de que aquí supiéramos lo que es eso.





Pero el sobrenombre de La Roja empezó a gustar a algunos. Los medios comenzaron a utilizarlo, quizá porque nos emparentaba con los equipos ganadores. Era un apodo natural, nacido del color de la camiseta, sin referencias políticas. Algunos prefieren llamarle la rojigualda. El color amarillo aparece en la bandera, pero apenas aporta tres pequeñas rayas en las mangas de las camisetas de los internacionales.



Holanda es conocida como la oranje y nadie se molesta a pesar de que el color naranja desapareciera hace años de su bandera. Tampoco se ha quejado nadie de que la segunda equipación de España sea un uniforme completamente azul.



La selección comenzó a ser La Roja y poco a poco se fue ganando una identidad también en el césped, el “tiquitaca”, que decía Andrés Montes. Y entre toques y camisetas rojas España se fue haciendo grande. Se convirtió en un equipo ganador, capaz de derrotar a Italia en los penaltis y de ganar la Eurocopa.



Hasta la llegada de Luis Aragonés, España se conformaba con ser la “Furia”. El apodo nació en Amberes, en los Juegos de 1920 cuando a Belauste se le olvidó pedir el balón por favor: “A mí el pelotón, Sabino que los arrollo”. Belauste marcó ante Suecia y España consiguió la medalla de plata. Sin pretenderlo, había inventado el carácter a la selección. Pero aquello no era bastante. “La furia es un estado de ánimo, no un estilo de juego”, dijo alguna vez Jorge Valdano.



Entre unas cosas y otras, en muchos lugares de Hispanoamérica acostumbran a llamar a la selección “La Furia Roja”. Una denominación que ayuda también a distinguirla de la selección chilena, que reclama la exclusividad del sobrenombre de La Roja. De momento, gana España. Un triunfo más de la estrategia de marketing en chándal de Luis Aragonés. El otro es que La Roja ganara la Eurocopa.

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