viernes, 27 de noviembre de 2009
La primera teniente coronel de España
ROCÍO AGUILAR - MADRID - 26/11/2009 07:20
A partir de mañana, lucirá dos estrellas de ocho puntas en los hombros de su chaqueta. Patricia Ortega García (Madrid, 1963) será la primera teniente coronel de España. Es la mujer que más alto ha llegado en la historia de las Fuerzas Armadas de España, que emplean en la actualidad a 16.400 mujeres (el 12% de sus efectivos). La resolución de su nombramiento, que aparecerá en el Boletín Oficial de Defensa, reconoce a esta ingeniera del Ejército de Tierra los méritos para ocupar un cargo que hasta ahora sólo alcanzaban hombres.
No es la primera vez que Ortega es pionera. En 1988, cuando el Ejército abrió sus puertas en España a las mujeres, tomó la decisión de abandonar la vida civil y entró, junto a otras siete compañeras, en la Academia Militar de Zaragoza. Fue la primera mujer en licenciarse en una academia militar, la primera que ingresó en las FAS. Veintiún años después, alternando la sonrisa con la respuesta disciplinada de quien no acostumbra a hablar con periodistas, recibió ayer a este periódico en la sede central del Ministerio de Defensa.
"Para mi generación no existía el concepto de conciliación"
¿Cómo interpreta la llegada de mujeres a puestos de alta responsabilidad, empezando por la ministra de Defensa?
El género es una condición, no es un valor. Que un jefe sea hombre o mujer es irrelevante e intrascendente.
¿Se puede ser feminista y
Si el feminismo se entiende como igualdad de oportunidades, se puede decir que el Ejército es feminista.
¿Ha sentido discriminación en su trabajo?
No hubiera sido distinto si trabajase en una empresa privada o de la Administración. Tendemos todos a hacer el chascarrillo y decir "eso es porque es mujer o porque es hombre".
¿La actitud de los mandos hacia las mujeres ha cambiado desde su llegada al Ejército?
En 1988, mis mandos tenían 60 años y la mentalidad y de la época. No se pueden juzgar comportamientos pasados con valores actuales. En mi primer destino, el jefe de acuartelamiento me evaluó: "Su profesionalidad ha hecho pasar desapercibida su condición de mujer". Cuando lo leí, me revolvió, y pensé: "¡Pero si yo no soy ni mujer ni hombre, soy un trabajador!". Entonces no lo entendí, pero ahora lo recuerdo con cariño, quería decir que era una profesional.
Ningún subordinado le ha faltado al respeto en su carrera
Ortega asegura que a lo largo de su carrera militar, ningún subordinado le ha faltado al respeto, ni ha incumplido una orden, porque, asevera, "la autoridad se tiene, y el liderazgo se gana". La militar es madre de tres hijos y asegura que conciliar la vida familiar y profesional no siempre ha sido sencillo, cree que "el Ejército ha evolucionado a la par que la sociedad".
Pertenece a una generación de mujeres que abrieron camino, ¿qué zanjas ha tenido que superar la igualdad?
Lo único que nos diferencia es lo biológico. Ahora se habla mucho de la conciliación, pero para mi generación ese concepto no existía. Ha habido que crear una reglamentación para la maternidad, por ejemplo. Recuerdo a una compañera, casada con otro militar, y que les mandaban a los dos a Bosnia. Y entonces, ¿qué pasaba con los hijos? Tan profesional era él, como ella. En la actualidad, no van a enviar a los dos a misiones si tienen una carga familiar. Las FAS han regulado este tema y ahora son un referente.
Sin esperar trato de favor
"Que un jefe sea hombre o mujer no es algo que sea relevante"
La nueva teniente coronel trabaja en la Dirección General de Infraestructuras y trata de que los edificios militares cumplan la nueva legislación civil. "Hay planes de calidad de vida de la tropa. Pero el tema de la integración no se puede quedar reducido a poner bidés, es más profundo. Si se crea una infraestructura y no estamos convencidos de cuál es nuestra función, si no hay detrás una educación que la respalde, no sirve", dice. "La integración de la mujer pasa por la igualdad, sin esperar trato de favor ni temer a la arbitrariedad, añade.
¿Cómo recuerda sus años de formación?
Con cariño y orgullo. Entonces no éramos conscientes del nivel de autoexigencia que nos impusimos. Había una orden no explícita de que aquello tenía que ser natural.
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