Actualizado sábado 21/11/2009 06:37 (CET)
MARÍA SAINZ
MADRID.- No es un trabajo nada grato, embalsamar cadáveres, y por si fuera poco aumenta el riesgo de padecer leucemia. El formaldehido, y su derivado el formol, al que se exponen estos trabajadores de las funerarias es el culpable. Un estudio confirma la relación entre este compuesto y el citado cáncer en la sangre.
Un grupo de expertos procedentes, entre otros, de los Institutos Nacionales de la Salud de EEUU, estudiaron el historial médico de una serie de trabajadores de funerarias que fallecieron entre 1960 y 1986. Unos 200 murieron por tumores linfohematopoyéticos o cerebrales, frente a los 265 que lo hicieron por otras causas (con los que se formó el grupo control).
A través de distintas entrevistas, mantenidas con los compañeros de trabajo y los familiares más cercanos, los investigadores fueron estudiando los distintos factores de riesgo que podrían haber precipitado la muerte de estos trabajadores. Principalmente, se centraron en los efectos perjudiciales de la citada actividad laboral: embalsamamientos realizados, duración del proceso, tipo de ventilación de la sala...
"La mayor parte de los sujetos estudiados comenzaron a trabajar en la funeraria antes de 1950, cuando tenían 28 o menos años, y muchos trabajaron allí hasta los 65", indican los autores del trabajo en 'The Journal of the National Cancer Institute'.
"Se trata de la primera investigación epidemiológica [...] que relaciona el riesgo de cáncer con la duración del trabajo, las actividades laborales y los niveles estimados de exposición al formaldehido en la industria funeraria", apunta el documento.
Concretamente, el formol, que se emplea para evitar la putrefacción de los cadáveres, se asoció con un mayor riesgo de desarrollar leucemia mieloide. No se encontró un nexo de unión con los otros tumores estudiados. En este sentido, los firmantes insisten en que todavía se desconoce el mecanismo biológico que sigue este compuesto para favorecer la aparición del citado cáncer.
Si bien el tiempo empleado en embalsamar los cuerpos resultó determinante, no sucedió lo mismo con la frecuencia de estas exposiciones. Es decir, sí fueron significativas las horas acumuladas a lo largo de la vida realizando esta actividad pero no la cantidad de veces que se llevó a cabo la misma.
Puntos débiles y fuertes
Entre las posibles limitaciones del trabajo, los propios autores mencionan el pequeño tamaño de la muestra y que los empleados fallecieron como tarde en la década de los 80. Los hábitos de entonces podrían no ser del todo extrapolables a la actualidad.
También mencionan que los datos fueron obtenidos por personas cercanas a los fallecidos, lo que podría introducir cierto nivel de sesgo. No obstante, aclaran que en cada caso se realizaron distintas entrevistas y se contrastaron los datos. Además, el negocio de las funerarias suele ser familiar, por lo que los compañeros de trabajo muy posiblemente conocían bien los hábitos del difunto.
A pesar de estos puntos más débiles, los científicos sostienen la valía de sus resultados. Una de sus mayores bazas, en su opinión, es que se centraron solamente en las personas encargadas de embalsamar los cuerpos y no en el resto de los trabajadores de la funeraria.
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